Reconstrucció 2000-2005 [video-instal·lació. La Interior Bodega]
No estamos enfermos, nos convierten
A Fina, a Mari, siempre,
a mi padre, a quien tiene que venir,
y a Siraje, amiga, compañera, que nos lo diste todo
Con esta serie se cierran las líneas de trabajo que he venido que he desarrollado a lo largo de los últimos cinco años: F34.1/F60.5 (salir del armario), En torno (contextos + entornos) y Reconstrucción, unificándolas finalmente y apuntando hacia una posible línea de trabajo que se ha ido perfilando los últimos tiempos, especialmente desde el año 2004, en la cual la participación de los niños sería uno de los ejes primordiales. Pero, por encima de todo, detrás de este trabajo hay un proceso vital, que, para mí, es el verdaderamente importante.
Para mí, una línea de trabajo o una serie es un itinerario, es decir, un camino que une un conjunto de trabajos y les da un cuerpo conceptual que permite entender mejor las obras, tanto al público como el autor. La búsqueda de una coherencia personal dentro de mi trabajo me ha llevado a una reflexión continuada que ha ampliado no sólo los contenidos y conceptos ligados a la obra, sino la propia línea de trabajo, al abrir nuevos horizontes. De esta forma, una misma obra puede aparecer en más de una línea de trabajo, ya que forma parte de más de una trayectoria, porque éstas no son paralelas sino que discurren y se entrecruzan.
La cruz nace a partir de varios conceptos diferentes. El primero de ellos es la visión de una imagen fugaz, pero muy intensa, en torno al concepto de la cruz que cada uno de nosotros lleva encima. En mi caso, se trataba de mi mochila, en la cual arrastro literalmente todo aquello que tengo pendiente, aumentando día a día sin que disminuya, convirtiéndose de tal manera en una fuente de estrés que se realimenta a sí misma. Todo esto tiene mucho que ver con una acumulación compulsiva de papeles que parece ser un rasgo distintivo de mi personalidad.
Una frase traspasa también todo esta obra -que es a la vez una obra de conclusión y una obra de iniciación-, una frase de Fina Miralles, por quien siento una especial estimación que va más allá de la admiración por su trabajo artístico. Esta frase, de su último librito “De la luz, hacia la luz” en torno al que ha desarrollado su último trabajo, decía lo siguiente: “Solamente aquellos que tienen la inocencia de los niños, y cogidos de la mano del monstruo, podrán cruzar la puerta del jardín del paraíso”, y añadía “yo soy mi monstruo, y mi monstruo me quiere y me sonríe”. En estos momentos, me siento muy identificado con este texto.
Con la perspectiva del tiempo y la revisión íntima de mi propio proceso personal —de mi monstruo, como decía Fina—, ahora me doy cuenta que todo el trabajo de destrucción para la reconstrucción que he llevado a término a lo largo de estos cinco últimos años y que ahora se está acabando, no era sino un proceso por hacer un lugar dentro de mi espacio y de mi vida a lo que tiene que venir. Cada vez más veo que este proceso de reconstrucción que he ido haciendo dentro de mi trabajo performático no ha sido sino una re-presentación de mi re-construcción como persona -tal y como en Richard Schechner tipifica el comportamiento performático, “twice behaved-behavior", que podríamos traducir más o menos por “comportamiento dos veces actuado”-, en la que los elementos usados, siempre comunes y próximos, simbolizarían mi propia vulnerabilidad y la fragilidad de los cimientos sobre los cuales he ido construyendo, de manera autodidacta en muchas ocasiones, mi propia vida. Para mí, resulta muy extraño hablar de mí, de nosotros, en estos términos y sobre estos temas, pero creo que si el arte no habla de aquello que verdaderamente importa, y que está indudable e indisolublemente ligado a la vida, no me interesa.
F34.1 / F60.5 (Salir del armario)*
Mi trabajo artístico durante los años 2000 y 2001 se centró casi exclusivamente en Salir del armario (F34.1/F60.5), una serie sobre la imaginería psicoterapéutica, basada en mi propio tratamiento. Hacia 1997, tras dos años de medicación, María Cosmes y yo empezamos a coleccionar cajas y prospectos de los diferentes fármacos, ansiolíticos, antidepresivos e hipnóticos, que nos iban prescribiendo, en total más de 30 especialidades distintas. Este material se fue empleando puntualmente en nuestro trabajo colectivo y se acabó convirtiendo en la base exclusiva de mi trabajo artístico individual, especialmente en la performance pero también en instalación y joyería. Este trabajo, casi 20 obras, ha sido recopilado en un catálogo antológico, "Salir del armario", que reúne tanto la obra individual como las obras realizadas conjuntamente con María Cosmes bajo el nombre de Colectivo Stidna!.
La serie gira fundamentalmente en torno a los psicofármacos que nosotros, al igual que una buena parte de la población adulta de nuestro país, hemos venido tomando ?de forma irregular o continuada? en los últimos diez años. Salir del armario es el reconocimiento público de una realidad, un tratamiento al que como muchas otras personas estamos sometidos y que la mayor parte de las veces se oculta y se niega por estar asociado en nuestra cultura al tabú de la locura.
En esta serie planteamos de nuevo una vieja pregunta: si tantas personas en nuestra sociedad necesitamos esta medicación, ¿quién está enfermo, nosotros o la sociedad?. No obstante la seriedad de este tema, hemos querido dar a nuestro trabajo en esta serie un cariz más lúdico, precisamente para desdramatizar el tema y hacer ver que la manifestación pública de esa realidad no es, en absoluto, una tragedia. Por el contrario, el reconocimiento de los unos en los otros y el diálogo establecido a través del humor o la ternura, allana el camino para establecer una relación más distendida y mucho más amigable entre nosotros y los asistentes a nuestras acciones.
Salir del armario es una serie de trabajos artísticos, no sólo de acción, con la que pretendemos llevar a la práctica un acercamiento persona a persona entre nosotros como artistas y los asistentes, percibidos como un conjunto de personas concretas y no un colectivo abstracto y anónimo.
* (Textos: Carlos Pina y colectivo Stidna: Maria Cosmes Y Carlos Pina)
en torno (contextos + entornos)
Hay dos conceptos básicos en la primera parte de esta línea de trabajo, contextos; en primer lugar, el abandono ritual de toda una serie de objetos acumulados a lo largo del tiempo; en segundo lugar, la contextualización del acto en sí y de los objetos abandonados dentro de mi biografía personal, social e histórica. Este proceso de contextualización hace que la obra esté mucho más cerca de la performance que de la instalación, ya que si bien a veces hay un resultado permanente, la parte más importante es el proceso conceptual que hay detrás de ese abandono ritual, la contextualización y esa creación de entornos.
En esta línea de trabajo hay una reflexión implícita sobre el documento, porque el documento es la memoria de los que no tenemos memoria, y en las implicaciones que tiene su destrucción: se dejan atrás cosas importantes porque ya están fuera de su tiempo, para cortar las ataduras emocionales que producen y evitar así ser retenido por el propio pasado. Existe una clara intención transgresiva en esa destrucción de objetos y documentos coleccionados, por el valor que en nuestra sociedad, ya que en la así llamada “sociedad de la información”, la información es considerada riqueza y nuestra sociedad capitalista identifica riqueza con acumulación; de esta manera, el hecho de destruir información acumulada es destrucción de riqueza y tiene por tanto una intención política.
La segunda parte de esta línea de trabajo, entornos, forma parte del mismo proceso de resituación personal, por lo que es lógico que sus trayectorias se encuentren. Lo que diferencia a ambas partes es el enfoque; mientras que la primera se centra en la contextualización de objetos y actos dentro de mi biografía personal, cultural e histórica, la segunda lo hace en la recreación de un entorno físico y vital. En esta parte planteo la noción de entorno como un entorno cada vez más inmediato y más personal, más cercano y más humano. La recreación de un espacio personal propio surge en el momento en que empiezo a deshacerme en mis performances de objetos que había estado acumulando a lo largo del tiempo y que guardaba en mi estudio, el cual es también mi entorno de trabajo, que ha ido de esta manera viendo modificar su fisonomía poco a poco. A lo largo del tiempo he ido recogiendo en fotografía este proceso de modificación continua de ese entorno más inmediato, fotografías que he empleado en alguna de mis acciones para crear y recrear un nuevo entorno personal.
Dentro de esta serie que se centraba en un proceso de destrucción, el elemento fundamental era el hecho de poner dentro de su propio contexto los diferentes elementos que iba destruyendo y el propio proceso en sí mismo, siendo la destrucción ritual, por lo tanto, el centro del trabajo artístico conceptual y personal. En todas las acciones realizadas, iba dejando atrás, pues, partes de mi historia personal que había ido arrastrando durante muchos años.
Reconstrucción
Poco a poco, esta dinámica de destrucción y abandono fue dando paso a una nueva, de trabajo constructivo. Mi trabajo artístico a lo largo del último año fue resaltando de forma inequívoca aquello que construía con los restos de lo que iba destruyendo, más que el hecho en sí de la destrucción. De este modo, a partir del trabajo procesual entorno… en proceso, los restos de mis acciones pasaron de ser desechos, para convertirse en instalaciones u objetos aprehendidos de múltiples maneras, como objetos o como resultado final de un proceso performático, lo cual confería a la obra resultante una nueva dimensión, que no existía en mi trabajo previo.
Quiero destacar esta inflexión, sutil pero muy importante, dentro de mi trabajo artístico, que cambia la destrucción y el abandono de los elementos que me atan al pasado por la construcción de una obra “tangible”, sin abandonar en ningún momento la intención performática. En cierto modo, este proceso performático del que hablo tiene algo de proceso chamánico, donde se inviste a los objetos creados a partir de elementos pobres o cotidianos de una dimensión simbólica importante, fruto precisamente de la acción. Para mí, la importancia de esta inflexión está en el hecho de que es, sobre todo, un proceso personal.
Otro elemento fundamental en estos últimos trabajos, y que quiero destacar especialmente, es la presencia cada vez más notable de niños dentro de mis acciones. La inocencia de los niños, que no tienen miedo de preguntar aquello que ven y no entienden, me atrae especialmente, porque jamás he buscado el cripticismo, la explicación de mis acciones formaba también parte de mis acciones, pero, a veces, había que preguntar. Por esta razón, he dedicado a los niños mis últimas acciones, en las cuales he querido expresamente que participaran. También hay un elemento clave relacionado con los niños que es el del deber de memoria para con ellos. Dentro del trabajo de destrucción ritual y contextualización de las series contextos y entornos, ya se hizo patente la existencia de unas experiencias, de unas vivencias, de una memoria, compartidas con personas próximas a mí, tanto geográficamente como generacionalmente, y que era un deber moral nuestro preservar para evitar los sufrimientos vividos en el pasado a las futuras generaciones.
En este momento, en el cual las diferentes líneas de trabajo que he ido desarrollando desde el año 2000 hasta ahora, tienden a la convergencia y al final de esta larga etapa de trabajo, ordeno las obras y reviso los textos. Soy consciente de que hay obras que se repiten en más de una línea de trabajo, aunque no representa ninguna incongruencia, sino que, para mí, muestran el grado de interrelación que tienen, señalan la continuidad y la coherencia de todo el trabajo que he llevado a cabo durante los últimos cinco años, que ha sido un trabajo de destrucción para la reconstrucción. Trabajo que no sólo se ha desarrollado en el terreno artístico, sino, sobre todo, en el personal.